sábado, 10 de abril de 2010

EL SENTIDO ÉTICO DE LA CONDESCENDENCIA

Se nota la ausencia del magistrado del Tribunal Supremo y fino jurista que fue Claudio Movilla Alvarez que supo aunar a la visión del Derecho como garante de las libertades democráticas. Ponente de la sentencia del Tribunal Supremo que absolvía al alcalde de Jerez de la Frontera por sostener que “la Justicia es un cachondeo”.
Es el caso que un autor como Aranguren no vacila en admitir que “es menester reconocer que la ética normativa se encuentra estancada; reclama la reflexión acerca del pensamiento ético, sino la tarea de crear moral, si por lo menos la de revisar críticamente toda moral dada y, en especial, aquella bajo la cual vivimos. El tiempo sigue dándole la razón.
Hoy sólo por inercia, y de modo puramente repetitivo, se escriben tratados de moral, pero se huye de los problemas de fondo. Nos ocupamos de los nacionalismos y olvidamos a los marginados sociales; ya no se habla de los paraísos fiscales. El utilitarismo en sus múltiples formas marca la actividad social: es bueno lo que es útil; el brillo de los “nuestros”, es lo que interesa. La ética, no obstante, sólo es ética si es universal, lo otro son banderías y particularismos nacionalistas. Es extremadamente importante saber sí la sociedad es el resultado de una limitación del principio que dice que el hombre es un lobo para el hombre o sí, por el contrario, resulta de la interacción respetuosa y solidaria del hombre con el hombre. ¿ Lo social con sus instituciones, sus leyes proviene de la vigilancia de la policía del más fuerte o por el contrario es la educación con sus diversas formas la desarrolla el sentido ético de respeto a los derechos de los otros.?
Tanto si se escoge el enfrentamiento entre los hombres como si por el contrario se opta por el diálogo constructivo, se ha de instaurar el sentido ético de la convivencia. Chirrían el desprestigio de los políticos y de los jueces; algunas decisiones de los Tribunales no están exentos de fuertes críticas por parte de personas y organizaciones muy solventes. Escoger el camino de las mayorías mecánicas, laminando las opiniones disidentes es una opción plagada de muy malos pronósticos. Sigue teniendo actualidad el dicho de Unamuno, “vencereis pero no convencereis”. Para que se desarrolle una sociedad democrática es necesaria la ética de la condescendencia. No por marginar a los disidentes sino porque existen los disidentes dentro de un sentido ético podemos disfrutar de una democracia vital.


Moncho Ramos Requejo

viernes, 2 de abril de 2010

ALGUNAS CONDICIONES PARA EL PACTO EN EDUCACIÓN

Se han hecho eco de la necesidad de un pacto de Estado en la educación en las más altas instituciones. Es una evidencia que tenemos que alcanzar acuerdos en temas fundamentales. Un sistema educativo sin estabilidad, sin aceptación universal genera desconfianza y obscurece de forma torpe los objetivos de la educación.
Los pactos eficaces deben ser claros en sus propósitos y sencillos a la hora de convertirlos en algo práctico. La obsesión por la exhaustividad y el detalle lejos de hacer avanzar los acuerdos lo dificultan. La experiencia histórica comparada demuestra que generalmente es más constructivo promover políticas prácticas concretas y realizar pequeñas reformas que contribuyan a introducir mejoras.
Se han alzado ya algunas voces críticas contra los pactos. Para algunos es imposible y no merece la pena ni intentarlo; otros opinan que al eliminar el “esfuerzo” como categoría fundamental todo el sistema estaría en zona pantanosa. Llegar a pactos en educación requiere una sola condición: voluntad de acuerdo.
A veces buscamos burladeros para eludir el encuentro y pacto; deseamos seguir en el rodeo en la algarabía y nos mostramos diferentes y contumaces. Un recorrido por las diversas teorías pedagógicas desde Sócrates hasta Piaget, pasando por Agustin de Hipona y Makarenco, J.Dewy, Luria, Giner de los Rios, Azcarate, todos los miembros de ILE, Paulo Freire, por decir algunos, ponen de manifiesto como el esfuerzo se hace imprescindible para aprender; ningún proyecto educativo ha sido capaz de burlar el “esfuerzo”, el trabajo sistemático, la emulación, la motivación, el cambio, Racionalizar el esfuerzo, valorarlo según diversos parámetros y optimizarlo es el trabajo de la “pedagogía de la diferencia”, para atender a la diversidad. La educación de las “masas” en ningún momento significa olvidar a las personas y masificarlas, cualquiera que sea su perfil económico, social o de etnia.
Podemos discutir acerca de las técnicas de motivación para endulzar el esfuerzo,
para que el mismo esfuerzo haga disfrutar más plenamente de los objetivos alcanzados, pero eso no es eliminar el esfuerzo. Los maestros contemporáneos han logrado un gran objetivo: pasar del “miedo” a la escuela al “deseo” de volver a la escuela.
Sin embargo en la discusión acerca del esfuerzo necesario para aprender suele enmascararse una falacia social: la educación no siempre da igualdad de oportunidades, sino que con frecuencia, algunos modelos educativos son un obstáculo para que los educandos encuentren un medio para crear y desarrollar conocimientos y prácticas cívicas. Además de los conocimientos lo que hace desiguales a los hombres y mujeres son los “dones”, los “hábitos” que imprimen la procedencia de estrato social, de familia, de territorio. El educando cuando accede al aparato escolar lo hace para progresar en la “piramide” social y de ninguna manera para que encuentre dificultades insalvables. La igualdad de oportunidades es un derecho, al menos subjetivo; la educación debe ser una ocasión para la igualación social y no un instrumento de diferenciación negativa.
. No se discute si al final todos los educandos han de tener los conocimientos previstos en la legislación, sino cómo se han de racionalizar el esfuerzo para la adquisición de esos conocimientos. Las leyes recientes que atienden la organización del aparato educativo no proponen la minoración del esfuerzo en el trabajo; requieren al profesorado para que estudien las condiciones sociales, psíquicas y de motivación del educando; que se apliquen a la racionalización del esfuerzo; que adecuen el trabajo pedagógico a las personas. La “pedagogía por niveles” tan socorrida en otros momentos como panacea de todos los remedios, se muestra insuficiente en una sociedad globalizada, con gran movilidad social, con diferencias profundas para el acceso a una educación de calidad. Los métodos de la pedagogía por niveles sólo están destinados a una parte de los jóvenes para clasificarlos; ahora se trata de pensar en todos los jóvenes para que todos se enriquezcan de los bienes de la sociedad, y todos colaboren a una sociedad más rica y equilibrada. La pedagogía de la diferencia debe desarrollar el sentido del equipo, la comunidad de los esfuerzos, la aportación a la colectividad de lo que cada uno tiene de complementario de los demás.
Más que discutir acerca del esfuerzo necesario para la educación de calidad, el problema consiste en aplicar la pedagogía de la diferencia; cómo se forma al profesorado para esta tarea para combatir el abandono escolar. ¿Disfrutan todos de la igualdad de oportunidades como un derecho?. Requerir un esfuerzo mayor a unos estudiantes que a otros, para obtener un rendimiento igual y que consiga los mismos objetivos no puede inscribirse en los parámetros de la justicia equitativa. Se le puede pedir a todos igual rendimiento cuando todos disfrutan de una pedagogía de la diferencia


Moncho Ramos Requejo.