martes, 23 de marzo de 2010

LA ESPERANZA DE LA DIGNIDAD

Moncho Ramos Requejo

La dignidad es una forma de reconocerse a sí mismo en la sociedad y una manera de comportarse con el prójimo y con las instituciones como merecedor de respeto.
Pero la voluntad de obrar con dignidad requiere “ejemplos” en los que apoyarse para que sirvan de acicate, y esos lamentablemente en la vida política actual no abundan. La preocupación por los políticos figura. El reciente ejemplo del tránsfuga Eladio Fernández , número dos del PSdeG en Ourense, debería obligar a una reflexión minuciosa sobre el comportamiento de los políticos ourensanos. No basta con declaraciones protocolarias. Eladio fue un buen militante voluntarioso, disciplinado y con un fuerte sentido de la ética. A veces asumió deficiencias de otros compañeros. Pero la práctica de esas virtudes requieren generosidad y reciprocidad por parte del colectivo. Cuando esas condiciones se quiebran, nada tiene de extraño que lo que pudieran ser pequeñas dificultades aparezcan como abismos insalvables. Tan despreciable es el que da como el que toma. El diálogo es un constitutivo esencial de la democracia.
La militancia en los partidos de izquierdas tradicionalmente ha obedecido a motivaciones éticas. Anteponen los intereses colectivos a los personales. Y así debe seguir siendo en todos los momentos. Enrique Curiel se sintió obligado a abandonar el PCE y entregó su acta de diputado. Más tarde fue militante y diputado del PSOE. Su posicionamiento ético y político estaba al margen de los dictámenes del Tribunal Constitucional.
Los políticos sufren ahora una calificación muy negativa por parte de los ciudadanos. La capacidad para el trasvase ideológico no ayuda a edificar una imagen motivadora de los políticos. El ansia de libertad, el vacío de compromisos no son condiciones que favorezcan una sociedad más equitativa, más solidaria. Sin embargo los partidos políticos son una de las necesidades para una sociedad democrática. Todos estamos en la obligación esperanzada, y los políticos los primeros, de construir una sociedad más ilusionante, más justa, pero ese trabajo no debe mirarse sólo como una expectativa sino como una construcción voluntariosa a pesar de las dificultades.

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