domingo, 31 de julio de 2011

LA COMPRENSION DE LA CRISIS

Salir de la crisis es una necesidad para el capital y para los trabajadores que tanto la sufren. Permanecer mas tiempo en ella puede suponer un deterioro irrecuperable del sistema democrático y dar paso a medidas totalitarias. El capitalismo necesita libertad para competir y crear; el proteccionismo y la autarquía en cualquiera de sus formas, lo anquilosan.
La ultraderecha económica no es la causa directa de la crisis, pero puede ser la única y gran beneficiaria de ella. Además la crisis puede dar pie a unas prácticas sociales, morales, y culturales que hipotecan la libertad empresarial, las iniciativas sociales. Quienes aumentan el poder en este escenario no son las instituciones democráticas; aparecen organizaciones paralelas esterilizantes de la acción democrática; las agencias de calificación cuyo único objetivo es favorecer la especulación destruyen el poder del Parlamento
Algunos sectores de la ultraderecha presentan como la causa de la crisis la incapacidad del sistema democrático para motivar los efluvios de la economía. La burbuja inmoviliaria no nació con el Presidente Zapatero, su partido heredó la deuda electoral; otros fueron beneficiarios del caso Gurtel. Algunos partidos de derechas, nacionalistas o no, que hoy aparecen como espectadores puristas ante los cantos de la especulación, no estarán quietos eternamente ante las fuerzas populistas, claudicarán indefectiblemente ante sus apaños. Con frecuencia se verán avocados a reducir el debate democrático a gestos inexpresivos. Serán máquinas de votos electorales y de distribución de poder.
Las ideas ultraderechistas encontrarán en poco tiempo justificación y se transformarán en grandes organizaciones capaces de bloquear y entorpecer la vida parlamentaria. La consiguiente descomposición de la comunidad social encuentra su correlato en la fragmentación de la vida de cada una de las unidades constitutivas. Los individuos son reducidos a una mera secuencia de experiencias instantáneas que no dejan rasgos, o si los dejan son rastros aborrecibles por irracionales, superfluos. Nunca lo público se confunde tan fácilmente con lo privado.
Arendt afirma que el imperialismo surgido hacia finales del siglo XIX es la primera etapa de verdadero dominio político de la burguesía

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