viernes, 3 de septiembre de 2010

REGLAMENTAR EL ORDEN

Quizá uno de los problemas más difíciles con los que se encuentra el educador es la elaboración de la imagen de sí mismo que ha de tener el educando. Los muchachos y muchachas llegan a la escuela cargados con las experiencias de su medio social y sin una imagen del futuro. Una vida familiar pobre en un medio sobresaturado de falsos modelos no ayudan a crear la persona que querrían ser. El trabajo del educador no debe consistir en hacer del educando un almacén de datos inconexos sino una persona con esperanzas y confianza en sí mismo en un marco ético.
A raíz de diversos atentados, se impuso la llamada utopía reaccionaria: más seguridad a cambio de menos libertad. La multiplicación de prohibiciones dictadas por la Administración sin el acompañamiento de una explicación ha alimentado la sensación colectiva de que, a base de dictar reglas para mejorar la convivencia, se han acotado, más allá de lo razonable, los márgenes de libertad que se asocian a una sociedad plural. Es dudoso que esa forma de pesimismo social sea el clima de progreso para una sociedad creativa. Una sociedad ordenancista incapaz de autorregularse genera cada día más prohibiciones, sin que al final se logre el orden y la seguridad necesarios.
Es cierto que una sociedad culturalmente plural, basada en el respeto a las libertades de los individuos, necesita poner al día además de las reglas de convivencia, la filosofía y la pedagogía que debe impregnar las diversas relaciones sociales, dinamizar el ejercicio de nuevas manifestaciones en la vida colectiva y establecer normas que permitan compartir un escenario común a ciudadanos con pulsiones muy diferentes.
Un instrumento insustituible para que las necesarias normas y reglas de convivencia sean efectivas, es la imagen social e individual de que dispongan los ciudadanos para autogobernarse. La libertad explicada con coherencia y fundamentada racionalmente genera el clima que hace a los hombres y mujeres más libres. Una sociedad gobernada por la represión en el vacío, poco puede ofrecer a una sociedad ética.

Moncho Ramos Requejo.

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