jueves, 3 de marzo de 2011

LAS OLIGARQUÍAS POLÍTICAS

Las dictaduras cambian el ropaje según le requiera la escena. Podemos observar que los dictadores dejan de serlo, cuando a otros dictadores más poderosos modifican las reglas de juego. Lo que en otros momentos era dictadura ahora es más estético decirlo oligarquía; el gobierno de unos pocos sobre el resto de ciudadanos.
Algunos analistas señalan la oligarquías de los partidos políticos como una de las causas fundamentales de la baja calidad de nuestra democracia. El asunto nos viene de lejos. Caetano Mosca y Wilfredo Pareto (1887) lo denunciaron así. Hoy la oligarquización ha adquirido ropas nuevas y ademanes desusados. Se necesitan manos técnicas para desenmascararlos. Sin duda muchas de los casos de corrupción denunciado hoy ante los tribunales, serían impensables sino fueran amparados por un sistema de oligarquías internas que de muchas formas impiden la higiene social dominante en la sociedad. También es cierto que hay muchas complicidades entre la sociedad y los partidos.
Diversos dirigentes políticos advierten graves signos de oligarquización y de intolerancia en el interior de los partidos. Muchos conocen análisis internos con el tenor siguiente: El partido ha cambiado mucho. La densidad de las relaciones de poder no tienen comparación con ningún otro momento. La endogamia, el clientelismo, las “guardias pretorianas” han sido reforzadas. La pobreza política, ética e ideológica si actual del partido es grande. Hay también quienes piensan que para ser diputado todas precauciones son pocas, para no ser víctima del sectarismo. Si efectivamente se tuviera que estar más preocupado por el aparato que por los electores, los problemas de la política interna del partido adquirirían una dimensión adicional muy seria.
Si los partidos unos más o otros, son incapaces de neutralizar el sistema de oligarquías y minifundismo interno, no serán posibles los necesarios y audaces debates. Sin debates serios en los que primen el sentido ético de los principios y su aplicación al mundo cambiante, no generarán una mayor capacidad de prever, de actuar, de reaccionar. El problema es que muchos sectores de los partidos están así: mucha mafia y pocos principios. Sin duda algunos partidos han avanzado en este terreno, pero también hemos de ser conscientes de una realidad claramente mejorable. Su creciente rigidez organizativa, su incapacidad para transmitir información, su falta de crítica interna, la opacidad de su funcionamiento, son obstáculos infranqueblas para la conquista de una democracia de calidad.



Moncho Ramos Requejo

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