jueves, 3 de marzo de 2011

LOS OLVIDADOS

Sabemos muy poco de los perdedores. La historia de la humanidad la escriben los vencedores, esa una de las razones por las que los vencidos apenas si cuentan. El ser vencidos no lleva aparejado el olvido. Los olvidamos porque el fracaso nos aterra. Sin embargo ser vencido no significa estar vencido.
De entre las creaciones de la historia, una de ellas es la que permite que determinada sociedad se ponga a sí misma en cuestión. Se autocritique. Los olvidados pueden tener ocasión de hacerse reconocer. Pueden escribir nuestro futuro. El concepto de reconocimiento, en cualquiera de sus versiones, ha tenido siempre un papel esencial en el ámbito de la filosofía práctica. En la Antigüedad reinaba la convicción de que sólo aquellas personas cuya actuación ganase la apreciación social de la polis podía llevar una vida satisfactoria; la filosofía escocesa se guiaba por esta idea.
En los últimos años surgieron debates políticos y movimientos sociales que perseguían una mayor consideración para con el reconocimiento. También los vencidos necesitan del reconocimiento de su diferencia. Nuestra idea de justicia debía estar mucho más estrechamente ligada a la concepción de cómo y en calidad de qué los individuos se reconocen los unos a los otros. Uno de los problemas que plantea un enfoque de este tipo, está relacionado con la multiplicidad de significados de las categorías clave que toman como base. El respeto mutuo tanto de la especificidad, de la igualdad, como la diferencia de las otras personas requiere al comportamiento discursivo en la participación de la construcción de las conductas cívicas. En el marco de los intentos de desarrollo social, La categoría del reconocimiento es utilizada hoy para caracterizar formas de apreciación de estilos de vida diferentes al propio como los que se dan típicamente en el contexto de la solidaridad social. El reconocimiento ha de traer a primera fila a los olvidados, a los excluidos. La acumulación de olvidados y olvidos se yergue contra higiene social. Cuando los olvidados son despreciados no tiene posibilidad de recuperar su identidad. El reconocimiento se ha convertido en un asunto político de supervivencia, cuando hasta hace bien poco lo tratábamos como un asunto moral; los dirigentes políticos han de echar mano de aquellos ideas que anteriormente despreciaron. La exclusión de proyectos fracasados no es una discriminación es una honra.


Moncho Ramos Rquejo

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