viernes, 15 de octubre de 2010

¿POR QUE RECORDAR?

Jacob Muñoz catedrático de la Complutense en su reciente libro “Filosofía de la historia. Origen y desarrollo de la conciencia histórica” da cumplida respuesta a aquellos que confunden la historia con la arqueología y a otros que piensan que los hechos históricos nacen como las setas sin causas aparentes. Montesquieu decía “No es la fortuna la que domina el mundo […]. Hay causas generales, sean físicas, sean morales, que obran en cada monarquía, la elevan, la mantienen o la precipitan. Todos los accidentes están sometidos a estas causas”. Marx nunca ha defendido que sea el sometimiento a los factores económicos lo que condiciona al hombre aislado, por mucho que éste tenga que producir su vida. Son las clases sociales, los grupos humanas amplios, quienes tomas conciencia de la necesidad de que se proceda a una transformación, a través de una experiencia cotidiana que les muestra la falta de adecuación de la forma que está organizada la sociedad para responder a las nuevas exigencias que se plantean; no es el individuo el que toma conciencia de unos problemas en cuanto afectan a sus intereses, es el grupo social el que reacciona a un problemas colectivo e infunde a sus miembros unos talantes y actitudes concretas. Halbwachs designa con el nombre de “memoria histórica” a la unión de la memoria con la historia. Esta lleva a un alto grado de perfección profesional el enigma inicial de la memoria, a saber, el enigma de la presencia de lo ausente. Presencia mediata, pero presencia al fin
Hay dos tipos de ausencia: la ausencia de lo irreal, lo imaginario, lo fantástico, la utopía, y por otra la ausencia de lo anterior, de aquello que existió antes. Muchos de los debates actuales en torno a los relatos de la memoria histórica de los historiadores y de lo memorialistas nacen de esta paradoja original. Es necesario defender la ambición de la memoria, su reivindicación, su pretensión de ser fiel al pasado. Ambición verista de la memoria con la que se quiere denotar aquello que ya no es, pero fue antes.
Es necesario no confundir la arqueología con la memoria que se tiene de los sucesos. Sin memoria no podemos hacer arqueología. Lan arqueología no estudia la conductas sociales de las personas. Una de las paradojas de la memoria se refiere al crédito que ella nos merece, a su fiabilidad. Este es el campo de la verdad donde se mueve la cultura política de la memoria. En el origen mismo de la memoria hay una paradoja primigenia, cual es su referencia al pasado por medio de “huellas”. El recuerdo plantea la dificultad de representar un hecho pasado que está ausente, que ha desaparecido. A la relación entre presencia y ausencia los filósofos griegos dieron la forma de una aporía. El recuerdo implica revivir un suceso que está ausente.
La memoria nos ayuda a hacer la historia; nos dice que la idea de los sucesos que han tenido generaciones de familias, de alumnos, han pesado mucho en el balance final que establecieron las leyes, lo que hay que saber y lo que hay que ignorar de lo sucedido. La memoria sola no puede reemplazar a la historia, pero la historia no puede ignorar la memoria ni puede acercarse a la realidad sino la reconoce como una fuente más, una fuente que el trabajo del historiador debe someter a la crítica y a la confrontación con otras, sin perder de vista que a menudo ella es uno de los mejores enfoques de la historia. La historia debe ejercer alguna clase de magistratura; debe hablar a la razón y no tanto recoger, a modo de inventario, hechos curiosos o presuntamente relevantes. La historia debe remitir a la totalidad social.
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Moncho Ramos Requejo

LR 16-X.2010

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