domingo, 9 de enero de 2011

LOS EMOCRATAS

Los diseñadores de las campañas electorales buscan estrategias eficaces para captar el voto. No todos los votos son iguales según su procedencia. Nos podemos encontrar con los votos de sectores de conversos y otros que votan por tradición familiar. En ambos casos se imponen estrategias específicas diversas. Es diferente atraer la voluntad de los ciudadanos mediante argumentos y a través del diálogo, que utilizando las emociones y triquiñuelas de embaucador. Pessoa, dejó escrito que las “sociedades están dirigidas por agitadores de sentimientos, no por agitadores de ideas”. Manipuladores de emociones con veleidades violentas o emócratas que proliferan por doquier en los medios de comunicación de masas. Los teóricos romanos y sus seguidores sostienes que el arte de convencer estriba en saber excitar las emociones. Los aristotélicos la concebían más bien como un método de razonamiento de exposición de motivos. No prescinden de los sentimientos pero con ellos arropan a los argumentos.
El lenguaje de los emócratas está plagado de metáforas y sinédoques como recurso de plenipotenciarios del totalitarismo, para activar las emociones en el marco de los ritos multitudinarios. La sinédoque suele ser un tropo privativo de los populismos y de las diversas formas de totalitarismos. Se erigen en los defensores más entusiastas de una visión ideológica de la realidad nacional, se autoerigen en los portadores únicos y excluyentes de los intereses y de los valores patrios, siempre al servicio de un proyecto palingenésico. Desde este particular combinado de recursos coreográficos y emotivos se explica la capacidad de arrastre de los demagogos y populistas totalitarios.
En cada ocasión en que los emócratas efectúan el salto desde la retórica a la praxis, las religiones de la patria proceden de forma sectaria, desde el maniqueísmo argumentativo, sin tonalidades, mostrando, “una intransigente falta de piedad hacia los oponentes” [May Douglas], en especial hacia los que desertan de la comunidad nacional, por cuanto profanan la geometría dicotómica del “nosotros” y “ellos”. Lo peligroso para mantener un orden social armónico, equitativo, no proviene, de declararse un interprete más de la voluntad nacional, cuanto de otorgarse la exclusividad y el ansia genética de fagotizar el todo social. Es una forma de violentar el buen sentido de las cosas. El otro paso es la violencia física coercitiva. A veces las distancias son de mero trámite.
La pretensión de representar al todo [pueblo o categoría social], que en modo alguno ha delegado su poder originario, es una constante de los totalitarios. A modo de contraste con los totalitarismos excluyentes, nacionalistas o no, tenemos un nacionalismos de contornos liberales, respetuoso con la divergencia y que da los diversos pasos para articular en proyectos comunes.





Moncho Ramos Requejo

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