martes, 9 de noviembre de 2010

DEMASIADOS JÓVENES MUERTOS

Hace unos días hemos enterrado en Maceda, indefensos, a otro jóven víctima de un accidente de carretera. El tercero en tres años. Tenía veinte años. Uno son muchos, tres son demasiados. Para los que pensamos que los hombres son los responsables de sus actos, no podemos admitir que todo se a un error humano, sino que quizá haya otras causas. Con frecuencia nos asimos a la causa inmediata de las cosas; tratamos de esquivar aquellas otras condiciones, no tan inmediatas, que pudieran influir de forma determinante en el desenlace final de los sucesos. La afición a la alta velocidad se convierte en el factor determinante cuando va acompañada de otras condiciones; todas ellas pueden prevenirse y deben regularse.
Se ha rebajado considerablemente el número de accidentes. Esta rebaja se hace significativa cuando el fenómeno se ataca desde los diversos frentes. No afectan sólo a una persona, a su familia, sino a un conjunto amplio de personas que utilizan la carretera. Es un derecho el poder moverse de un lugar a otro, pero ese derecho se ha mermado cuando no se puede ejercer con seguridad. Además de a las autoridades, a los constructores de las carreteras, incumbe a todos los ciudadanos tomar las medidas adecuadas. El sentido de la responsabilidad ante el mundo de la técnica no se adquiere con solo aprobar un examen.
La educación no resuelve todos los problemas, pero una educación en los valores clásicos y en los valores acuciantes de la sociedad contemporánea emergente es imprescindible. Beck U. escribió hace tiempo, un libro titulado “La sociedad del riesgo” (1998). Fue un libro de lectura obligada en muchas universidades. Estudiaba en gran parte las grandes catástrofes; quedaban fuera del foco preferente las otras, solo en apariencia menos importantes, los referidos a la masificación de la técnica.
Un facisnante ejemplo del estado de la cultura intelectual y sus valores dominantes, es el comentario sobre los difíciles problemas con los que nos encontramos a la hora de educar a la juventud. Siempre ha sido una tarea ardua la del educador. Las
Innovaciones técnicas de las sociedades contemporánea, lejos de recurrir a la represión y al castigo han de tratar de incorporar al curriculo nuevas actitudes y valores; la aventura, el riesgo, la tolerancia, han sido concomitantes a la cultura y a la cización de todos los tiempos. La modernidad obliga a moderar estos valores.

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