jueves, 15 de septiembre de 2011

LAS RAICES DE LOS FANATISMOS

Muchos de los acontecimientos importantes en la vida de las personas y en la sociedad, tienen su origen en el fanatismo. Obedecen a perturbaciones psicológicas de uno o varios sujetos que deforman la percepción de la realidad social. Los agentes sociales del fanatismo son con los sujetos, los generadores de información deformadora de la realidad. Los medios de comunicación no se escapan a la capacidad de crear conductas fanáticas, como tampoco dejan de actuar en la creación de conductas psicológicamente sanas.
Recientemente en el Congreso de Teología Juan XXIII celebrado en Madrid, alertan del crecimiento del fanatismo en nuestra sociedad. Está claro que los fundamentalismos son un fenómeno cada vez más extendido y que se apropia de todas las parcelas de la sociedad, como puede comprobarse en el crecimiento de los partidos xenófobos, y de las conductas descalificadoras del disidente, en el fanatismo de los líderes políticos con la reafirmación de la exclusión del otro como práctica política. Aunque los fundamentalismos no están en la naturaleza original de las religiones, ni de la política, son hoy una de sus más graves patologías con terribles consecuencias.
Los grandes hitos de la investigación y del progreso, están ligados con la capacidad que han tenido los lideres, pero en el momento en que se han construido sobre concepciones fanáticas han dejado de tener futuro. La defensa de la lengua, de la nación, de una nutrición equilibrada, de una religión, de una profesión o de un laicismo deben ser consideradas como elementales para poder convivir en una sociedad equilibrada. Sin embargo por orden de planteamientos radicales excluyentes se convierten en detonadores de grandes explosiones y revueltas.
La salida a esta situación no es sólo el ejercicio del poder legítimo que se da por supuesto, sino cuales son las características del ejercicio del poder legítimo. Los detentadores del poder político son los funcionarios. Cómo se comportan los funcionarios de los distintos niveles. Se acepta la necesidad de la legitimidad para mantener una sociedad desarrollada, progresista, y cohesionada, la contestación antisistémica y en momentos fanática, surge como propia cuando existe una deformación interesada y deformante de la percepción de la realidad.

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