jueves, 15 de septiembre de 2011

LOS ENVIADOS

La historia de los pueblos a inoculado fuertes dosis de desconfianza para con los enviados y los profetas. El enviado creó el miedo cósmico como una segunda naturaleza. Los españoles tenemos a este respecto experiencias muy traumáticas tras aventuras irresponsables.
Los enviados suelen atrincherarse en una pretendida dotación para solucionar conflictos, resolver problemas y anticiparse el futuro. De este modo aparecen ante los ojos ingenuos como hombres providenciales. A los observadores no se les escapa una carga de misticismo. No dudan en presentar un amplio muestrario de soluciones en las que los ciudadanos encontraran remedios fáciles y con frecuencia falaces, para sus angustias. Ningún dolor escapará a su poder taumatúrgico.
La legitimidad establece ciertos principios y ciertas reglas que fijan atribuciones y límites del Poder. Es evidente que, si en este punto se consigue obtener un acuerdo razonable que dé satisfacción tanto al poder como a los súbditos, el Poder se verá liberado del temor a la revuelta siempre inherente a la obediencia forzada de los súbditos. Pero no faltan los enviados que se otorgan además de los poderes legítimos de los procesos democráticos otros poderes fruto de las circunstancias, de la manipulación de la opinión pública a través de la información interesada.
Los enviados con conciencia de tales, asumen otros poderes que no emanan de los procesos electorales democráticos. Crean un clima de miedo y de desastre. Este miedo que no es místico en sentido estricto es usado por todos los sistemas religiosos y políticos, para negar a las personas y su conciencia. Este miedo se convierte en algo oficial, el miedo en un poder humano que no es del todo humano, un poder hecho por el hombre pero más allá de la capacidad humana de oponerle resistencia.
El miedo oficial es diseñado, “hecho a medida”, se convierte en imperativo a través de una legalidad no siempre concordante con los procesos democráticos. Se crea lo que Bajtin llama “el crimen suprajurídico de todo poder”. La esencia del miedo político no es tanto la preocupación frente a un peligro inminente y concreto como la sensación de absoluta vulnerabilidad frente al otro. El miedo oficial es una réplica del miedo cósmico. El terror es creado como acompañante indispensable de las leyes. El enviado se ha convertido en torturador..

Moncho Ramos Requejo

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