martes, 23 de agosto de 2011

CONSTRUCCIÓN DE ALTERNATIVAS


Los jóvenes de los años setenta y ochenta ya no se sentían atados a su familia o a una identidad social (clase). Les parecía cosas de antiguos. La modernidad requería otros valores. Las buenas perspectivas de empleo les permitía planear su vida sin necesidad de repetir la trayectoria de sus padres o de buscar tempranamente un trabajo que prefigura su biografía. Se apostó por una formación más orientada a la productividad y a la acumulación de capital, como signo de mejores tiempos. Se desarrolló un fuerte sentimiento de autonomía individual carente de sentido de la solidaridad, que les llevaba a poner en duda los valores tradicionales o distanciarse de las normas sociales de carácter más jerárquico y a cuestionarse el principio de autoridad. Los diversos poderes sociales que podrían haberse opuesto a esa modernidad se sintieron alagados por el triunfo rápido del capital.
Ahora se trata reconstruir alternativas a esta herencia que ha creado improductividad en el mundo globalizado. Estaríamos en un error mantenernos en la idea de que se trata sólo de una crisis económica. Sin restar importancia a este aspecto se hace necesario buscar instrumentos para crear mejores alternativas en otros caladeros. Para los progresistas, la política democrática participativa es la manera de construir una mejor sociedad y el Estado es el instrumento clave de dicha tarea. Para reformar el Estado, se hace necesario creer en el Estado como garante del progreso y del bienestar de la mayoría. La práctica de debilitar el Estado, alimenta fundamentalmente las iniciativas individualistas monopolistas antítesis de preocupación fundamental de la solidaridad.
Los políticos han de ser los más interesados en ser solidarios con el Estado. El primer objetivo de la solidaridad es la defensa de las individualidades hasta formar una comunidad cohesionada y articulada por el Estado garante de libertad positiva. La solidaridad requiere que los ciudadanos tomen parte activa en el control y en el dominio de su ciudadanía: el yo con el que ellos se identifican tiene que tomar a su cargo los “yoes” menores o más parciales. El ciudadano es positivamente libre en la medida en que se consigue el dar a la vida un sentido de cooperación y de solidaridad, de no dominación. Es posible tener dominación sin interferencia, y al revés, interferencia sin dominación.


Moncho Ramos Requejo

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