miércoles, 17 de agosto de 2011

TODO SE PUEDE ARREGLAR


Una de las estrategias de los “tremendistas” y totalitarios, es presentarnos los momentos de crisis como fracasos totales. y absolutos; nada más lejos de la realidad. En la sociedad, salvo la muerte, todo tiene un arreglo, y con frecuencia satisfactorio, para la mayoría. Todo se puede arreglar si existe sentido de la solidaridad entre lo ciudadanos y los estados, el diálogo en el mundo de la globalización.
Los enemigos del arreglo, son el empecinamiento en posiciones irreductibles. El político, para ser merecedor del nombre de tal, ha de partir de su autonomía y de su capacidad para jerarquizar los valores entre los que ha de primar lo público frente a lo privado.
Una sociedad para ser autónoma necesita individuos y grupos autónomos; los individuos sólo pueden ser autónomos en una sociedad autónoma, libre de prejuicios y de posiciones inamovibles. Esta circunstancia arroja dudas sobre las preocupaciones de la teoría política en general y sobre la teoría de la democracia en particular, con sus postulados de la separación entre lo público y los privado, mutuamente independientes. El centro de ambas teorías debería estar ocupado por el vínculo, la mutua dependencia y la comunicación entre el terreno de lo público y el de lo privado. El Parlamento es el espacio en donde han de entenderse los dos extremos. Sin la vida parlamentaria, con todo lo que ello significa, los proyectos políticos y económicos serían imposibles.
El Parlamento puede ser atacado de dos maneras: poniendo en peligro su integridad y distorsionando o socavando el papel que desempeña, y provocando la retracción de la autonomía de la sociedad en su conjunto y de sus miembros individualmente. El totalitarismo en sus diversas versiones prescinde de la humanidad de los ciudadanos. El individuo se convierte en número; el sistema no necesita que el individuo piense y se defina.
No siempre los parlamentarios se aceptan en su condición de tales y sufren una metamorfosis propia; olvidan su condición de servidores del bien público. Los ideólogos son los habitantes más audibles y vociferantes del parlamentarismo moderno; ese espacio social donde las preocupaciones privadas se debaten para elevar al rango de asunto público y donde los pronunciamientos de los poseedores, reales o potenciales, del poder luchan por cobrar soluciones satisfactorias para la mayoría.

Moncho Ramos Requejo

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