jueves, 25 de agosto de 2011

SE PUEDE TENER UN PLAN


Acusar a una organización o a un partido político de que nos dispone de un plan, lejos de ser una acusación, puede convertirse en un elogio. La mayoría de los ciudadanos quizá se sintiesen cómodos al disponer de una “hoja de ruta” con la cual construir una praxis. Pero no siempre los proyectos pueden llevarse a la práctica; su cumplimentación depende de circunstancias no sometidas a la voluntad de los gobernantes, y a otros imponderables.
Nos interesa distinguir entre lo que es deseable en el marco de una práctica idealista y lo que es posible dentro del pragmatismo y del relativismo. Los idealistas ilusos lo tienen fácil: leen su pertinente Biblia ocasional. Y todo resuelto. Con esta fórmula no caben decepciones ni fracasos. No importan la voluntad de los ciudadanos. Tampoco resultan obstáculos insalvables las experiencias cercanas de otros países en circunstancias similares. Su Biblia circunstancial es terminante. Hay que seguir sus pautas.
Otros parten de supuestos diferentes. La investigación sociológica, económica y política invita a pensar que se ha de partir de un proyecto inicial muy abierto a la verificación y al contraste, pero que son las circunstancias, con frecuencia insondables las que pueden determinar lo acertado del análisis y la eficacia de las medidas. . El problema, sin embargo, no radica solamente en disponer o no de un plan, sino de los principios que presiden los diversos momentos de la ejecución del plan que las circunstancias hace posible. El Estado de Bienestar fue tratado desde siempre con grandes reservas por los partidos políticos poco orientados al bienestar social. Ha sido visto por los usureros de tantos aspectos de las relaciones sociales de los que se debe sacar una plusvalía. Lo miran como una sobrecarga para el aparato productivo. En consecuencia no puede sorprendernos constantes recortes prácticos del bienestar integral de las personas.
Tener un plan para gestionar las políticas sociales puede significar anteponer los intereses privados a los públicos, administrar lo público con criterios de intereses particulares, desposeer a los ciudadanos de los derechos fundamentales. En ese caso no deben existir demasiadas dudas: colocar el “piñon fijo la rentabilidad económica”. Sin mayores preocupaciones por la calidad de la medicina de la educación, del medio ambiente alardean de tener un plan. No necesitan demasiadas disquisiciones.


Moncho Ramos Requejo

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