jueves, 11 de agosto de 2011

LA DESINFORMACION


En una sociedad aparentemente abierta, no sometida a los principios deontológicos, sino a la ética en la que todo vale si nos lleva a los objetivos propuestos, el mundo de la información se convierte con frecuencia en desinformación. Los técnicos de los medios de comunicación de masas se especializan en deformar la realidad. Nos proponen como interesante lo baladí y lo superfluo. Así no puede extrañarnos que en este mundo se persiga con resolución, la creación de conductas sectarias y marginales.
La línea de demarcación entre convencer y persuadir es sutil y los matices siempre serán imprecisos. La primera se acerca a la demostración, mientras la persuasión está orientada más a las zonas implícitas de consciencia. Si la argumentación trata de tener validez general, tiene que valer independientemente de los sentimientos y de la situación y de los sujetos a los que se dirige. La argumentación sigue un proceso de razonamiento explícito pero también atiende a los factores latentes y sobreentendidos.
Cualquier tipo de información pude llevarnos a una inferencia. El mosaico de informaciones en su devenir sugiere conclusiones lógicas que arropados convenientemente generan sentimientos. Cualquier análisis del contenido informativo nos conducirá irremediablemente a una conclusión: en todo mensaje de comunicación de masas existe un sistema ideológico que constituye una red de categorías de codificación de lo real, propuesta todos los días en cualquier medio. La ideología es imprescindible en toda comunicación de masas porque no existe una transformación automática de la verdad en noticia. No existen instrumentos técnicamente asépticos, capaces de sistematizar mecánicamente toda infinidad de matices y valores con que pueden interpretarse la evolución de la realidad cambiante de los acontecimientos, El diagnóstico ideológico de las informaciones, consiste en descubrir la organización implícita o no manifiesta de los mensajes.
Es necesario informar, pero la forma de informar, no debe conculcar los principios de la ética deontológica. No está amparado por ningún principio de ética política e informativa, tratar de organizar nuestra percepción de la realidad social de forma interesada, el mundo de los jóvenes y de los ancianos y retirarles la protección social a que tienen derecho.

Moncho Ramos Requejo

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