domingo, 14 de agosto de 2011

DERROTAR LA VIOLENCIA


Tanto en las discusiones que se ganan, como en las que se pierden, es importante saber administrar los resultados. Nunca hay victorias absolutos, ni derrotas totales. Siempre deben quedar fuerzas para el perdón y espacios para recomponer ideales y seguir en paz. La guerra siempre es una situación resultante de la falta de diálogo. La derrota de la violencia, no debe suponer otra modalidad de violencia, sino la instauración de convivencia en paz
La derrota se manifiesta de diversa manera en el campo político, económico y social. No se pueden aplicar las mismas estrategias en todos los campos `por igual. Si la victoria se reduce estrictamente al ámbito policial y siguen vivos los otros campos, no cabe duda que han de ser derrotados también en esos ámbitos.
La batalla ha de centrarse en la acción política. Ninguna política es absoluta, sino que ha de tener conciencia de su relatividad. Aceptar la relatividad de toda política implica un cuestionamiento permanente, una reevaluación de todos los juicios, así como de los fundamentos que dan lugar a esos juicios. La validez de facto es producto de la inercia institucional que se enfrenta la incisividad de la razón; la validez de facto es una premonición del fracaso. Solo la validez de derecho, que es producto de la reflexión y de la deliberación y que sabe que es eso y nada más, puede ser honrada por una sociedad deseosa de durar en paz. La validez de derecho es siempre viable y exuberante gracias a la aceptación de su propia temporalidad e impermanencia.
La búsqueda de la validez de derecho exige una reflexión crítica acerca de todas las cosas y que debe incluirla. La reflexión crítica está guiada por la necesidad de examinar la validez jurídica de las instituciones y significaciones humanas. No está determinada de antemano, por ninguna consigna previa. La ética de los fines no debe ser compartida. La reflexión crítica es la esencia de toda política genuina, diferente del ejercicio del poder. La política es un esfuerzo efectivo y práctico destinado a someter las instituciones. La democracia es un especio de reflexión crítica, cuya identidad distintiva depende de esa reflexión. La política es una actividad lúcida y explícita que se ocupa de instaurar instituciones deseables y la calidad de vida posible. Esta autoinstitución de la democracia es un movimiento incesante. No se propone una sociedad perfecta, sino más bien una sociedad que sea tan libre y justa como sea posible.

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