viernes, 19 de agosto de 2011

LA ECONOMÍA DEL ESPACIO


Para no pocos políticos el nacionalismo es la resultante del proceso de acumulación del capital en un espacio y un tiempo determinado. Para otros esa acumulación es un momento de la solidaridad con otros espacios y otras gentes, sin exclusiones ni sectarismos. Los defensores del socialismo en un solo país no lo entendieron asi.
El intercambio de bienes y servicios supone casi siempre luchas para el dominio. Se concreta desde un principio, una red de movimientos espaciales e ideológicos, que configuran una geografía propia, expresión de la interacción humana. Estos movimientos se ven frenados o incentivados por los intereses del capital. Dejan huellas como manifestaciones culturales de todo tipo, siempre exaltadores del espacio propio en detrimento del valor integral de las personas, del diálogo y de la comunicación. Las divisiones territoriales e ideológicas del trabajo surgen de esos procesos de intercambio de riqueza en el espacio. La deslocalización de las “empresas” es una consecuencia de esta concepción de la economía del espacio. Una adhesión del pragmatismo inmediato a la ideología dominante muestra la falta de ideología social de algunos nacionalismos.
La sacralización del espacio, el dominio del hombre por el hombre, la exclusión del no adicto, lo tiene fácil en esta organización del trabajo, donde priman los valores del territorio, de la productividad y de la eficacia, al margen de los compromisos éticos.
Esta forma de competencia se debe en primer lugar a las exclusiones derivadas de la unicidad de la localización. La ubicación espacial siempre confiere ventajas monopolistas. Nadie puede defender otra cultura, otro idioma al margen del monopolio. Ha de prevalecer lo enclavado en el espacio nacional.
Aunque la teoría abstracta del capitalismo (también el neoliberal), por el control monopolista, invoca como fundamental la competencia, los nacionalistas en su versión más popular procuran afianzar ventajas monopolistas porque éstas confieren seguridad, calculabilidad y una existencia, en general, idílica para unos pocos. La riqueza que pudiera proporcionar la concurrencia de “otros” está constreñida a la oportunidad de la ocasión.
En algunos casos el poder monopolista se hace lo bastante fuerte como para inhibir el dinamismo espacio-social de las fuerzas y movimientos sociales; se fomentan fuertes tendencias hacia la inercia y el estancamiento de las relaciones sociales. La búsqueda competitiva del lucro se ve contrarrestada por el establecimiento de poderes monopolistas en el espacio nacional. De tales centros emanan típicamente las prácticas imperialistas arropadas bajo una forma de nacionalismo. Para no pocos sociólogos el nacionalismo monopolista es una forma de imperialismo


Moncho Ramos Requejo

No hay comentarios:

Publicar un comentario